martes, 28 de julio de 2020

PERÚ, NOS ADHERIMOS TODOS




Fabian Vinces Salazar / Diana Mestanza Rodríguez

Hoy celebramos un aniversario patrio atípico. A un año del bicentenario de la independencia, toca cuestionarnos si realmente somos libres. Esta pregunta nos interpela en lo individual y en lo social.

La libertad individual es un ideal en el que todos parecen coincidir. Un ser libre encuentra su lugar en el mundo, se adhiere a él sin ceder en su voluntad y su deseo.

Todos queremos estar bien. Lamentablemente, no siempre podemos lograrlo. La realidad nos golpea, y no tanto desde la frustración, que -al fin y al cabo- es parte esencial de la vida misma. La realidad nos golpea desde la indignación, cuando sentimos que es poco lo que hemos aprendido como sociedad en las últimas décadas.

Las políticas estatales se orientan a sostener tres grandes ejes: salud, educación y trabajo, toda vez que estructuran la base para el desarrollo individual y social. Una economía sana debería expresarse en indicadores favorables en las tres variables referidas. No es el caso del Perú.

Con frecuencia nos percibimos como un país de emprendedores cuya inventiva siempre parece ganarle a la carencia. En lo macroeconómico, aún persistimos en el espejismo del “milagro peruano”. No obstante, aún estamos lejos de ser una sociedad con adecuados estándares de calidad de vida.

La reactivación económica se va dando en prácticamente todos los sectores. Salvo el caso de Cajamarca, Arequipa y Cuzco, las ciudades poco a poco van retomando su actividad habitual. Sin embargo, apenas empezamos a tomar conciencia de los impactos del aislamiento social obligatorio impuesto durante más de 100 días, sobre todo en dos aspectos usualmente desatendidos en la reflexión sobre nuestra realidad nacional: salud mental y pobreza, las caras deslucidas de una misma moneda. A continuación, presentamos un análisis respecto a la relación entre ambas.

El Perú en cifras

La pobreza, entendida como la imposibilidad de satisfacer las necesidades básicas, conlleva a la desaparición de la calidad de vida. Revisemos algunos datos sobre la pobreza en el país.

Según datos provistas por el INEI en 2019, entre las regiones con mayor cantidad de población en condición de pobreza monetaria se encuentran Ayacucho, Cajamarca, Huancavelica y Puno.

Dado que hasta 2018 Cajamarca recibió más de 5 mil millones de soles por concepto de canon minero, resulta evidente que, para disminuir los índices de pobreza, es más importante la gestión que la obtención de recursos.

Además de las falencias en la gestión pública, hallamos que la corrupción (superlativa en las últimas cuatro décadas) atrofió la capacidad estatal para generar riqueza y distribuirla.

Lamentablemente, la corrupción en el Perú tiene un aspecto histórico y otro sistemático, por lo que llega a ser considerada “normal” para el peruano común. Así, encontramos que el 75% de la población se muestra indiferente ante ella y esto hace que sea un problema muy difícil de combatir.

A decir de autores como Alfonso Quiroz y José Matos Mar, la ineficiente gestión pública y la corrupción asociada son la causa de las severas crisis económicas y sociales que generaron una cultural de la informalidad fuertemente arraigada.

Esto nos lleva a hablar de la situación del empleo, pues este es un factor relevante al analizar la pobreza. Según datos del Instituto Peruano de Economía, 9 de cada 10 peruanos en condición de pobreza tiene un empleo informal. Para muchos compatriotas, subsistir se vuelve una complicada tarea que se basa en ingresos diarios. En estas condiciones, el acceso a bienes y servicios es más que limitado.

Como resultado, la noción de inclusión resulta severamente afectada y, con ella, la posibilidad de constituirse psíquicamente de manera favorable. La pobreza implica precariedad a todo nivel, y esta genera una permanente sensación de amenaza que desgasta al aparato psíquico.

Ser o no ser. Tener o no tener

Hablemos de salud mental. Esta es descrita por la OMS como el estado completo de bienestar, que no sólo incluye la ausencia de enfermedades o afecciones. De allí la importancia de desarrollar políticas que engloben acciones de promoción, prevención, diagnóstico y tratamiento de las diferentes afectaciones mentales de las personas.

La salud, tanto física como mental, supone un favorable desarrollo de la persona. En este proceso se integran componentes biológicos, psicológicos y sociales. La realización plena del individuo supone el ejercicio responsable de acciones que aseguren la satisfacción de necesidades básicas del mismo modo que permita lograr metas superiores como calidad de vida.

Esta última variable, asociada a la noción de bienestar, es donde se observa mayor incidencia (generalmente negativa) de los aspectos sociales en el proceso de subjetivación. Por ello, es importante prestar atención al contexto social, pues este influye significativamente en el desarrollo de la subjetividad.

Salud psicológica y calidad de vida son dos variables que se condicionan mutuamente. Por ello, constituir subjetividad resulta sumamente difícil en un contexto de pobreza, pues la seguridad que confiere el acceder a bienes y servicios resulta menoscabada o nula.

Cambiar este escenario requiere una gestión pública que atienda la productividad, fomente el empleo, y facilite el acceso a educación y salud de calidad. Lograrlo se torna una tarea sumamente complicada debido a que para la atención en salud mental solo se destina el 0,1% del presupuesto estatal. Este bajísimo porcentaje es a la vez causa y efecto de una crisis social traducida en escasas atenciones, pocos profesionales dedicados al trabajo comunitario, estigmatización de las enfermedades mentales, escasas acciones de promoción y prevención, entre otras contingencias.

Libre asociación

Hoy enfrentamos tiempos duros. Superarlos requiere un esfuerzo tanto individual como colectivo. Corresponde al Estado asumir un mayor compromiso con la educación y la salud. Asimismo, debe asegurar que la economía albergue a todos en la formalidad laboral.

Por nuestra parte, en pleno ejercicio de nuestra libertad civil, podemos sumarnos o negarnos al llamado para aportar al país. Cualquiera sea nuestra decisión, debemos asumir la responsabilidad por ella.

No obstante, esta convocatoria adquiere carácter imperativo para quienes somos profesionales de la salud mental. Es nuestro deber enfatizar la importancia de atender la salud psicológica de nuestra nación, poniendo particular atención a quienes menos recursos tienen.

Libres del afán demagógico de las clases políticas, quienes realmente apostamos por un Perú pleno nos comprometemos a hacer del día a día una oportunidad para transformar la historia. Entonces, solo entonces, podremos decir a plenitud: Somos libres, seámoslo siempre.


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[1] Referencia al poema “Telúrica y magnética” de César Vallejo


Sobre los autores

Fabian Vinces Salazar
Psicólogo clínico y psicoterapeuta psicoanalítico. Capacitador en temáticas de salud mental y facilitador de talleres de desarrollo de personas y equipos d etrabajo

Diana Mestanza Rodríguez
Licenciada en Psicología con especialización en promoción del alto rendimiento deportivo.

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