lunes, 18 de mayo de 2020

ESE POLLITO QUE TÚ TANTO EXTRAÑASTE

Foto: Caretas



Fabián Vinces Salazar

Como todos sabemos, la dificultad para “aplanar” la curva de contagios de COVID-19 llevó a prorrogar el aislamiento social obligatorio hasta el 24 de mayo (salvo nueva disposición de las autoridades). No obstante, la economía debe reactivarse, y para ello se ha dispuesto un plan de cuatro fases. 

Las grasas de la capital

La primera fase del plan de reactivación económica permite a los restaurantes el servicio de delivery y facilita a los consumidores la opción de recojo en tienda. Como era de esperarse, desde el primer día, los pedidos sobrepasaron la capacidad de entrega y muchas personas se agolparon a dichos comercios.

Ver las escenas de personas esperando hasta dos horas para comprar “comida chatarra” me llevó a pensar que, al parecer, es poco o nada lo que estamos aprendiendo como sociedad en medio de esta crisis sanitaria. En un local de comida rápida, las extensas filas devinieron en desorden y tumulto. Sin distancia interpersonal, todos los allí presentes quedaron expuestos al contagio de COVID-19.

A finales de abril, Piura fue blanco de críticas por la irresponsable aglomeración de personas comprando cerveza; hace pocos días la escena se repitió en diversos restaurantes de la capital.

Cerveza, pollo a la brasa, comida rápida. Ninguno de estos productos califica como bienes esenciales; mucho menos como saludables.

Todas las sangres, todas las cremas

Distritos de variada clasificación socioeconómica como Lince, Los Olivos, San Borja y San Juan de Lurigancho fueron testigos de un comportamiento tan homogéneo como los locales franquiciados que recibían a tan voraces clientes. Por “darse un gustito”, cientos de ciudadanos se expusieron a contraer una enfermedad que ha cobrado la vida de más de 2,600 compatriotas. ¿Cómo entender esta situación?

Las franquicias suelen ser un negocio muy rentable, ya que generan en el cliente la idea de estar en un lugar donde las cosas se hacen bien. Al “garantizar” la satisfacción, las ventas están aseguradas. ¿Qué podemos reflexionar sobre esto?

Tanto la psicología como la sociología coinciden en afirmar que el humano, en tanto ser social, halla en el entorno referentes para definir sus creencias, actitudes y comportamientos. Así, con frecuencia, busca pertenecer a un grupo en el cual ha proyectado sus ideales y deseos.

Las franquicias suponen para las personas un boleto a ese mundo al que desean pertenecer. Así, el pollo frito con sazón del sur estadounidense que hoy lleva a muchos a un tumulto de gente con mascarillas es el mismo que comerían en alguna ciudad del primer mundo, con o sin pandemia. Por su parte, el pollo a la brasa -en su condición de plato bandera- transporta a sus adeptos a una idílica versión de país donde las diferencias sociales desaparecen y todos compartimos el gusto por este manjar. Nos encontramos, pues, ante una falaz noción de igualdad.

Hace muchos años leí un artículo que revisaba los parámetros que definían la noción de minoría social en estos tiempos posmodernos (Pese a ser un texto de hace dos décadas, la magia del internet me permitió encontrarlo y compartirlo con ustedes: www.bibliopsi.org/docs/carreras/obligatorias/CFP/etica/farina/Farina%20-%20Las%20diferencias%20segun%20Benetton.pdf).

Juan Jorge Fariña, uno de los autores, propone que “hoy, es la cantidad de dinero que las personas tenemos en el bolsillo lo que define nuestra pertenencia a mayorías o minorías”. Dicho de otra manera: quien cuente con dinero suficiente para pagar, será bienvenido en cualquier local comercial.

A pocos días de concluir la “cuarentena”, hay quienes parecen decir: si podemos y queremos, saldremos a comprar en restaurantes. Da igual si se generan tumultos, si el producto tiene sobreprecio, o si se carga la deuda a una tarjeta de crédito. Se trata de estar en la foto de la reactivación de la economía; lo importante es echar a andar al país. Nuevamente, la falacia se hace presente.

Lo mío es tuyo; lo tuyo es mío

Vivimos en un estado de derecho y cada uno puede actuar con libertad, siempre que no trasgreda la ley. Lo aquí expuesto no busca el adoctrinamiento ni criticar las franquicias como formato de negocio. Es usted libre de comprar lo que quiera y donde quiera. Puede usted hacerse de una franquicia; las leyes del mercado serán las encargadas de brindarle o negarle la recompensa del éxito económico.

Desde esta tribuna únicamente proponemos ejercer las libertades individuales con prudencia y sensatez. A decir de Adam Smith, la prudencia es una forma virtuosa de asegurar los intereses particulares. Ser prudente significa cuidar al otro tanto como cuido lo propio. Así se logra el bien común.

Se trata, entonces, de reflexionar qué tan imperioso resulta comprar ese platillo que seguramente le obligará a hacer fila por largo tiempo, exponiéndole a contagiarse de COVID-19. Por su parte, a los restaurantes corresponde (re)formular los procedimientos de atención para garantizar la distancia entre personas.

Si todos actuamos con responsabilidad, cuidamos la salud pública. La ecuación es simple: a menor cantidad de contagiados, mayor capacidad de respuesta por parte de los resilientes profesionales de la salud que libran esta batalla en primera línea, a pesar de las limitaciones propias del sistema hospitalario. A todos ellos nuestro reconocimiento y gratitud.

Pronto tendremos la posibilidad de salir del aislamiento obligatorio. Empecemos a ejercitar la sensatez y el buen tino. Recordemos que aún podemos aportar mucho con la decisión de decir #YoMeQuedoEnCasa.




Sobre el autor
-  Psicólogo clínico y terapeuta psicoanalítico con más de 15 años de experiencia clínica en el ámbito privado e institucional.
-  Capacitador en temáticas de salud mental y facilitador de talleres de desarrollo de personas y equipos de trabajo.

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