sábado, 6 de junio de 2020

LAS VUELTAS DEL MUNDO EN (MÁS DE) 80 DÍAS



Fabián Vinces Salazar

Los últimos días han traído noticias de toda índole tanto a nivel nacional como mundial: la solicitud de excarcelación (vía habeas corpus) de Abimael Guzmán, el asesinato de George Floyd, la reaparición pública de Anonymus y extrañas contrataciones en el Ministerio de Cultura. Todo ello en el ámbito de lo negativo.

Sin embargo, en un intento de aportar a la salud psicológica, me centraré en reflexionar acerca de una noticia que -afortunadamente- ha tenido mucha repercusión en medios de comunicación y redes sociales.

Se trata del proceder ético de Luis Barsallo Montalvo, pequeño empresario del Callao que ha optado por comercializar oxígeno respetando el precio que este tenía antes de la emergencia sanitaria. Además, lo hace bajo un criterio salomónico que le permite proveer a un mayor número de personas. Su conducta, encomiable a todas luces, revela una actitud frente a la vida que él mismo resume así: “cada uno es responsable de sus actos”.

La verdad nos hará libres

Como sabemos, responsabilidad y libertad son conceptos que se hallan estrechamente ligados. Entonces, cabe preguntar qué significa ser libre. Para responder esta interrogante, recurriré a una máxima de la tradición cristiana que sugiere “estar en el mundo sin ser del mundo”.

Desde la perspectiva psicoanalítica, aquello de estar en el mundo se traduce como insertarse en cultura a través de dos operaciones fundamentales: aprehender las convenciones de la comunicación y generar vínculos interpersonales. En esa lógica, ser libre implica constituirse como sujeto; esto es, hacerse de un lugar en el entramado social, pero sin someterse a los discursos que en él proliferan. No ser del mundo se trata, entonces, de rescatar la subjetividad frente a los imperativos que buscan estandarizar.

Por otra parte, advenir sujeto conlleva también la renuncia a la omnipotencia. Reconocer la imposibilidad de satisfacer a plenitud los impulsos nos ancla en el principio de realidad. No aceptar esta lógica nos convertiría en temerarios Ícaros volando cada vez más cerca del sol, con el consiguiente riesgo de una estrepitosa caída.

La libertad, más que un destino, es un acontecimiento que se actualiza constantemente. Cada día enfrentamos decisiones (mayores o menores) en las cuales actuar con responsabilidad. La decisión comercial del Sr. Barsallo evidenciaría que -contrario a lo que muchos piensan- el mercado no es el problema sino el actuar irresponsable de quienes, con poca noción de bien común, distorsionan la premisa de oferta y demanda y hacen de la especulación una norma tácita.

El mundo no está en llamas; nosotros lo incendiamos con nuestras acciones u omisiones. Esta es una verdad que nos librará de esperar que sean otros quienes resuelvan problemas en los cuales seguramente podemos aportar y así dejar de ser meros espectadores pasivos en la historia.

FOTO: AFP

La otra cara de la moneda: exclusión y violencia

Contrario a lo ocurrido en el Callao, la muerte de George Floyd y la figura de Abimael Guzmán nos recuerdan que la vida civilizada es aún un proyecto en construcción que se ve severamente afectado por el componente tanático de la naturaleza humana.

El 25 de mayo, en Minneapolis (Minnesota, EE.UU), George Floyd murió asfixiado luego de ser intervenido por un policía de la localidad. En esta historia, el racismo parece estar presente desde el inicio. Floyd acudió a un almacén del cual era cliente frecuente con la intención de comprar cigarrillos. Pagó con un billete de US$ 20, el cual -a decir del vendedor- era falso. Siguiendo el protocolo previsto, el dependiente reportó el hecho a la estación policial. La situación pudo concluir con el registro del incidente en la comisaría. No obstante, el primer agente que le interviene lo hace apuntándole con su arma reglamentaria. Luego de casi 30 minutos, otro oficial sometió al hombre afroamericano asfixiándolo hasta causarle la muerte. Esta acción nada tiene que ver con el principio de legítimo uso de la fuerza. En este caso, el racismo -en tanto operación que anula al otro como sujeto- habría sido el detonante de un desborde omnipotente sádico por parte del agente ahora detenido y acusado de homicidio.

Similar dinámica irracional se produjo en los eventos que sentaron el acta de nacimiento del terrorismo en el Perú. El 17 de mayo de 1980, en Chuschi (Ayacucho), Sendero Luminoso atacó la localidad para quemar las ánforas provistas para realizar los comicios que devolverían al Perú a la democracia luego de 12 años de dictadura militar. Este acto representa el ataque a la expresión de la voluntad popular. Dicho atentado perpetrado por los subordinados de Abimael Guzmán mostró su afán de imponerse mediante la violencia, desconociendo la libertad de los peruanos. Los asesinatos selectivos y los secuestros en las denominadas “cárceles del pueblo” del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) califican también como una violación de los derechos individuales y la soberanía nacional. En ambos casos, se trata de terrorismo puro y duro; de ninguna manera puede hablarse de lucha armada al referirse a ambos movimientos.

La libertad a nivel social se llama democracia y estado de derecho. El contrato social supone que la ley se aplique para todos, incluyendo a quienes la ejercen. Por ello, se proscribe todo abuso de autoridad del mismo modo que se sancionan los actos subversivos. La brutalidad policial es tan repudiable como el terrorismo, en tanto ambos atentan contra las libertades civiles.

Ganar en eternidad

Es probable que, como ya ha ocurrido antes, el olvido cubra los eventos negativos aquí reseñados. Lamentablemente, ello significará repetir escenas como las registradas en Minnesota y hallar personas que romanticen la violencia terrorista denominándola “lucha popular”. Es nuestra responsabilidad preservar la memoria y fomentar un cambio desde lo inmediato. Somos todos responsables de luchar contra el autoritarismo y el totalitarismo. Solo así nos haremos libres.

También tenemos la responsabilidad de replicar actos nobles como el de Luis Barsallo, pues es así como se trasciende: generando un efecto positivo en los demás. En tanto su ejemplo se traduzca en enseñanza, habrá posibilidad de transformar el mundo en un espacio de inclusión y encuentro.

A modo de conclusión, debemos enfatizar que nos corresponde promover el bien común, sin afanes de vanidad. Así, parafraseando “La copla” de Manuel Machado, debemos procurar que nuestros buenos actos vayan al pueblo a parar, “que, al fundir el corazón en el alma popular, / lo que se pierde de nombre, se gana de eternidad”.



Sobre el autor
-  Psicólogo clínico y terapeuta psicoanalítico con más de 15 años de experiencia clínica en el ámbito privado e institucional.
-  Capacitador en temáticas de salud mental y facilitador de talleres de desarrollo de personas y equipos de trabajo.






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