domingo, 24 de octubre de 2021

Observatorio regional de salud mental y el centro de desarrollo psicoterapéutico son algunas de las ambiciosas propuestas de la lista liderada por la psicóloga Sandra Chafloque Chávez.

 

UN SOLO CAMINO. Sandra Chafloque prioriza la salud mental

Piura. - La salud mental es una de los ejes fundamentales en el desarrollo de una sociedad, sin embargo, en esta misma sociedad no se le da la importancia debida. Aparece como una recurrente y bonita frase, pero todo queda en el papel.

Es así que, a pocos días de desarrollarse las elecciones para conocer quién asumirá el decanato del Colegio de Psicólogos del Perú CDR V -  Piura, aparece una ambiciosa propuesta liderada por la psicóloga Sandra Chafloque Chávez.

Esta lista, que se presenta con el lema Un solo camino, busca crear el Observatorio Regional de salud mental, cuyo objetivo es consolidar una data estadística sobre casos patológicos y problemas psicológicos de la población, con el fin de identificar el problema geográficamente, por grupo etario y desarrollar propuestas no solo para abordar la problemática, sino también orientada a la prevención.

Además de ello, otra propuesta ambiciosa es la fundación de un Centro de desarrollo psicoterapéutico, en donde se brindarán todos los servicios de salud mental  a costo social a la ciudadanía.




Del mismo modo, aparece la propuesta de establecer los Consejos descentralizados de Salud mental, en donde se tiene previsto reunir a las diferentes autoridades regionales, provinciales y  distritales  para  desarrollar proyectos preventivos y promocionales en salud mental, lo cual se sostendrá a través del canal de YouTube, pues permitirá ayudar a difundir estas reuniones, y todos los temas relacionados a la problemática psicosocial.

Asimismo, la visión de esta lista también fortalece a sus colegiados, pues priorizará el de asesoría legal para brindar asesoramiento a los agremiados en temas ligados a vulneraciones a sus derechos laborales.

El centro de empleabilidad, con una bolsa laboral importante y facilitar así la contratación de psicólogos. La diversificación de los medios de pago, la adquisición de local institucional, por el método alquiler venta y la estandarización de pruebas psicológicas, ajustadas a la realidad regional.




viernes, 27 de agosto de 2021

LO QUE CALLAMOS LOS HISPANOHABLANTES

 


Fabian Vinces Salazar

 

“Hablando se entiende la gente” es una expresión popular que resume una verdad simple y profunda. Entenderse es una forma de encontrarse y, como todos sabemos, el encuentro es la base de todo vínculo. Los vínculos, por su parte, son el tejido fundamental de la cultura, ese artificio que hace 70 mil años supuso un cambio significativo en la evolución humana.

 

No obstante, a 200 años de la proclama de la independencia, aún seguimos bregando por reconocernos y vincularnos todos como ciudadanos de este país llamado Perú, el cual requiere que pongamos cada vez más énfasis en la “u” de la unión.

 

Lost in translation

 

Ayer, cumpliendo el mandato constitucional, Guido Bellido se presentó ante el Congreso de la República para solicitar el voto de confianza para el controversial gabinete ministerial que él encabeza. Este procedimiento formal -que de por sí ya pintaba color de hormiga- inició con un momento de desencuentro lingüístico: el Premier empleó el quechua para iniciar su discurso, razón por la cual su saludo solo pudo ser entendido por quienes conocen el idioma.

 

De más está decir que el golpe de efecto causado es una metáfora de la exclusión que sienten muchos compatriotas. Ahora bien, en vez de propiciar la toma de conciencia respecto a la exclusión, el acto fue interpretado como provocador y ni qué decir del momento en que Bellido empezó a chacchar hoja de coca en pleno hemiciclo. Todo esto caldeó los ánimos entre los congresistas de la oposición, muchos de los cuales tienen bien merecido los calificativos de termocéfalos e intolerantes.

 

Independientemente del resultado final de la votación para otorgar la confianza a los ministros, lo cierto es que se perdió una valiosa oportunidad para hacer del diálogo una vía para facilitar el acercamiento y el entendimiento entre dos poderes del Estado enfrascados en una pugna que nada bueno aporta a la situación social y política del país.

 

Dejando de lado lo anecdótico y farsesco de lo acontecido en el Congreso, cabe preguntar cuál es el mensaje al que debemos prestar atención para lograr entendernos como peruanos. Aquí una idea.

 

Habla, peruano

 

Julio Hevia fue un psicoanalista que prestó particular atención al habla de los peruanos. Así, encontró que muchas de nuestras expresiones y jergas hacen referencia a comidas o alimentos, lo cual -decía- daría cuenta de una necesidad primaria no atendida; específicamente, la necesidad nutricia.

 

En psicoanálisis, para decirlo de forma breve y sencilla, la función nutricia se traduce como provisión de afecto, soporte y reconocimiento. La ecuación resulta así: al ser amados, nos sabemos valiosos. Y he allí quizás el conflicto que nos separa y enfrenta como peruanos.

 

Cuesta reconocernos unos a otros como valiosos y, más bien, nos enfrascamos en resaltar nuestro valor frente al otro. Y esto ocurre en todas las direcciones, pues quienes -según el decir de Alan García- son “ciudadanos de segunda clase” para el actual ministro de cultura, Ciro Gálvez, son “peruanos originarios (separados de los hispano-peruanos)”.

 

En uno y otro caso, se aplica una taxonomía que excluye y fragmenta. Y si la unión hace la fuerza, entonces bien podríamos concluir que la división debilita y nos impide crecer como nación.

 

Vinculadas la costa, la sierra y la selva

 

En una canción que habla de amores no correspondidos, Kevin Johansen pregunta: “¿quieres que te diga lo que quieres escuchar o vas a escuchar lo que te quiero decir?”. Traído a la coyuntura actual, podemos señalar que aún hay quienes no quieren enterarse de aquello que los compatriotas menos favorecidos vienen reclamando desde hace tiempo: pleno reconocimiento como conciudadanos.

 

Frente a ello, desde nuestro compromiso individual, corresponde decir “esta boca es mía” y promover el reconocimiento de todos nuestros compatriotas. De lo contrario, todo lo que callamos y dejamos de hacer se convierte en otra oportunidad perdida para sumar y crecer.

 

Por otra parte, toca también hacerle saber a los gobernantes que, a diferencia de sus discursos vacuos impregnados de alusiones al “pueblo”, lo que se requiere son acciones que permitan consolidarnos como nación, esa forma de vínculo en la cual todos tenemos la ciudadanía asegurada y reconocida, sea cual sea el idioma que hablemos e independientemente de si vivimos en el centro, el norte o el sur.

 

La premisa por sostener es: menos demagogia y más lazo social. Tan imperativo como recordar que hablando se entiende la gente.

 

 

Sobre el autor

-  Psicólogo clínico y psicoterapeuta psicoanalítico con estudios de maestría en psicología clínica y de la salud.

-  Cuenta con más de 15 años de experiencia clínica en el ámbito privado e institucional; además, es capacitador en temáticas de salud psicológica.


martes, 20 de julio de 2021

EL LÁPIZ Y LA PISTOLA

 



Fabian Vinces Salazar

 

Empecemos por el final: a trancas y barrancas, nuestro (precario) sistema democrático ha resistido. Se ha proclamado ya al presidente electo. Hoy se llama Pedro Castillo Terrones; hace apenas 41 años, se llamó Fernando Belaunde Terry. Apenas 41 años.

 

Gracias al sistema democrático, el Perú ha elegido en las urnas a sus presidentes de forma ininterrumpida desde hace 41 años. Toda una hazaña, si consideramos que previo a ese período, la democracia se vio truncada en dos ocasiones: 1962 y 1968.

 

Que doscientos años no es nada

 

Esta elección tuvo de fondo una crisis sanitaria y de antecedente, una de las mayores crisis políticas de nuestra historia republicana. Desde 2016, las tensiones entre los poderes legislativo y ejecutivo dejaron como saldo una suerte de fría guerra civil que evidenció lo poco que hemos madurado como nación, toda vez que la democracia siempre estuvo en la lista de heridos graves.

 

El resultado de la elección en primera vuelta reflejó que nuestro país está hecho de pequeñas fracciones que solo saben sumarse con los que hallan similares. Doscientos años después del nacimiento de la República, no somos capaces de conjugar en primera persona plural: nosotros, los peruanos.

 

Fue así como llegamos a la segunda vuelta y, de pronto, la franja que siempre cruzó la camiseta nacional se convirtió en una zanja que dividía a los peruanos, estableciendo la lógica de “los unos contra los otros”. El debate dejó de ser tal y nos encontramos ante la amenaza de un discurso totalitario en uno y otro candidato. La actitud mesiánica asumida tanto por Pedro Castillo como por Keiko Fujimori se tradujo en “solo mi opción es válida”. En esta retórica, como decía Sartre, el infierno siempre es el otro. Este modo maniqueo de ver las cosas es un riesgo para la libertad y la democracia.

 

* * * * * *

 

Presa y sorpresa

 

Durante toda la campaña e incluso luego de conocerse los resultados de la segunda votación, Pedro Castillo construyó un discurso demagógico, en el cual la palabra “pueblo” sirvió como excusa perfecta tanto para sostener aspiraciones ideológicas reñidas con las libertades civiles y económicas como para evadir propuestas concretas de lo que hará una vez que se ciña la banda presidencial.

 

En política todo comunica; es una cuestión de semiótica. Cada gesto, cada palabra, cada silencio traduce un sentido, una intención. Con base en esta premisa, tanto Pedro Castillo como Keiko Fujimori buscaron construir una noción de cercanía con el elector.

 

En el tramo final de la campaña, Keiko Fujimori lejos de identificarse con el ciudadano común, se convirtió en blanco de duras críticas por ser percibida como favorecida por un mal disimulado monopolio de la cobertura de los medios de comunicación tradicionales.

 

En un video publicitario, Fujimori se presentaba como una ama de casa preocupada por el inminente aumento del precio de víveres que traería el gobierno de izquierda radical de Pedro Castillo. Sin embargo, el spot repercutió negativamente por un detalle: Keiko Fujimori añadía una presa cruda a la olla en la que cocinaría arroz con pollo, yendo en contra del canon de la (sacrosanta) gastronomía peruana que manda que esta debe sofreírse previamente.

 

Un detalle cambió el tono de la comunicación y -quizás- sin saberlo, el curso de la elección. Amarga sorpresa se llevó en el conteo rápido de Ipsos la candidata que la noche del 10 de abril -con base en las encuestas disfrazadas de menú- se veía ya como la primera presidente del Perú.

 

* * * * * *

 

La caja bo(m)ba

 

En nuestro país, la radio y la televisión siguen siendo medios de alto impacto, por lo que sus acciones u omisiones influyen significativamente en el discurso social. Desde hace varios años, la televisión de señal abierta ha dado más espacio al espectáculo que a los hechos, a la par que sus figuras esgrimen opiniones como verdades. La receta parece ser circo y posverdad.

 

Tal como pasó con Ollanta Humala en la elección de 2011, Pedro Castillo fue relegado en la cobertura de las cadenas de televisión nacional. ¿Acaso ese desdén traducía cierto temor?

 

Keiko Fujimori. Un set de televisión. Sobre la mesa, un lápiz. El entrevistador agita nerviosamente su mano, indicando cambiar la toma para que el susodicho lápiz quede fuera de encuadre. Una vez más: todo comunica.

 

Cabe preguntar, entonces: ¿qué significa presentar una pistola y dirigirse a un ministro en tono sarcástico y amenazante durante una transmisión televisiva en vivo? Para quienes dicen que no era un arma real sino una réplica, recordemos que cada signo comunica algo y que toda puesta en escena traduce una intención. Por ello, tampoco resulta inocuo el acto de blandir machetes por las calles del centro de Lima luego de anunciada la victoria de Castillo en los comicios.

 

En ambos casos, se trata de la representación de una confrontación violenta que amenaza el estado de derecho, ese sistema que salvaguarda nuestras libertades y asegura que todos seamos reconocidos como ciudadanos.

 

* * * * * *

 

Primera persona plural

 

Por aquello de la compulsión a la repetición tan propia de la naturaleza tanática que Freud atribuyó al humano, los peruanos enfrentamos nuevamente un escenario de tensiones entre el legislativo y el ejecutivo.

 

Se ha montado una muy primaria representación de la lucha por el poder atravesada por los fantasmas de la vacancia presidencial, el golpe de estado, el descalabro económico, el descarte de la constitución y otros monstruos que avanzan y pisan fuerte en medio de una pandemia que a la fecha ha cobrado la vida de casi 200 mil peruanos. Ellos, usted y yo somos una sola palabra: nosotros. Nosotros, los peruanos.

 

Nosotros sumamos, a pesar de las diferencias. Sin mirarnos los colores políticos, usted propone y yo ejerzo una ciudadanía vigilante; y también viceversa. Si la causa es justa, yo defiendo la suya y usted, la mía. Hoy más que nunca, nos toca demostrar que el Perú es más grande que sus adversidades. Celebremos el bicentenario de nuestra independencia apelando por la libertad, aquella que nos reconoce a todos como ciudadanos, garantizando el estado de derecho.

 

Citando a Winston Churchill: “la democracia es el peor sistema de gobierno, a excepción de todos los demás”. La democracia llevó a Pedro Castillo a Palacio de Gobierno. Ahora, como presidente, le corresponde someterse a la ley. Señor presidente: si así no lo hiciere, la nación se lo demandará. Palabra de peruanos.

 

 

Sobre el autor

-       Psicólogo clínico y psicoterapeuta psicoanalítico con estudios de maestría en psicología clínica y de la salud.

-       Cuenta con más de 15 años de experiencia clínica en el ámbito privado e institucional; además, es capacitador en temáticas de salud psicológica.

 


miércoles, 26 de agosto de 2020

SOCIEDAD REBELDE Y DICTADURA INDIVIDUAL



Fabian Vinces Salazar

Perder un hijo es un dolor tan grande que no tiene nombre. Independientemente de las causas, ese aciago trance ensombrece la vida de quienes lo atraviesan. El orden natural de las cosas sería que los hijos entierren a los padres. Sin embargo, la vida a veces tuerce ese orden natural. Peor aún: las más de las veces, los humanos torcemos ese cauce normal con nuestros actos insensatos. Lo ocurrido la noche del sábado 22 de agosto en una discoteca del distrito limeño de Los Olivos es una clara muestra de ello.

Mitos urbanos

La mitología griega reúne una amplia muestra de las tragedias de la humanidad. Y todas tienen algo en común: los hombres desafían a los dioses, fantaseándose tan omnipotentes como aquellos. Ícaro es un claro ejemplo de esto.

En el mito, Dédalo e Ícaro, buscan la libertad. Padre e hijo han sido atrapados en la isla de Creta, en un laberinto construido por ellos mismos a pedido del rey Minos. Su patrón y captor paga, a su vez, una penitencia por incumplir la palabra empeñada a Poseidón, dios del mar.

Para lograr la ansiada libertad, Dédalo construye unas alas con plumas y cera de abejas; con ellas, él y su hijo emprenden vuelo. Antes de partir, el joven es advertido: “no volarás muy bajo, pues el mar mojará tus alas y no podrás retomar altura; tampoco volarás muy alto, pues el calor del sol derretirá las alas”. Impetuoso e insensato, Ícaro desoyó la instrucción paterna y -derretidas sus alas- halló la muerte en estrepitosa caída contra una isla cercana.

Tal como el mito de Ícaro, la tragedia de aquella discoteca donde fallecieron 13 personas constituye una oportunidad para reflexionar acerca de lo que representa la norma.

Recientemente, el psicólogo social Jorge Yamamoto resumió la dinámica psicosocial peruana en estos términos: “somos una sociedad en un período de adolescencia rebelde”. Esta definición ayudaría a comprender por qué constantemente los límites son cuestionados o trasgredidos.

La trasgresión se expresa de múltiples maneras. Desde la evasión tributaria de las empresas (sean pequeñas o grandes) hasta el acto de pasarse la luz roja del semáforo (como conductor o peatón), todo implica una suerte de autogol que nos impide avanzar como sociedad.

Ese autosabotaje a nivel macrosocial es lo que nos ha llevado a la cultura de la informalidad, a la precariedad laboral y a esa recurrente costumbre de optar por el mal menor en cada elección. A decir de Yamamoto, todo esto opaca lo bueno que también forma parte de nuestra impronta nacional: la solidaridad, la creatividad y la resiliencia. Lamentablemente, frente a las crisis o tragedias aflora otra vez nuestra inmadurez como sociedad y buscamos culpables en vez de generar aprendizajes.

La (falaz) libertad individual

Como los adolescentes rebeldes, gran parte de la sociedad peruana evidencia una relación conflictuada con la figura de autoridad: demanda de ella satisfacción de sus necesidades, pero a la vez la confronta y la rechaza.

Se exigen más camas UCI, pero se sigue participando de reuniones sociales o familiares. En lo ocurrido en la discoteca de Los Olivos, se acusa autoritarismo en la policía o el presidente, pero muchos incurren en la dictadura individual de hacer “lo que venga en gana”. Todos son culpables, excepto quienes infringieron la norma al estar en dicho local. Disociar responsabilidad y libertad es un artilugio de quienes hacen de las circunstancias una excusa para negar las fallas propias.

Como a los adolescentes, nos toca aprender a aceptar la realidad y renunciar a esa omnipotencia trasgresora que nos orilla a una repetición de tragedias y dolor. Como a los padres, corresponde a las autoridades reconocer los errores y enmendar la plana; esto es, reformular el modo de afrontar el impacto de la pandemia a nivel sanitario, económico y psicosocial. La estrategia no puede ser la represión sino la concientización de la población. Hoy más que nunca toca fortalecer el trabajo psicológico comunitario, tal como propuso el presidente en su último mensaje por fiestas patrias.

Independientemente de las acciones de las autoridades, debemos asumir el cambio como una responsabilidad que parte de lo individual y trasciende en la dinámica social. De no hacerlo, vendrán nuevas tragedias a engrosar la lista que hoy suma estas trece muertes a aquellas que tuvieron lugar en otros tiempos y otros escenarios, pero siempre con la trasgresión como argumento. Si no nos hacemos cargo de transformar la historia, el desarrollo social que anhelamos seguirá siendo una frustrante ilusión y los padres seguirán llorando a sus hijos como resultado de una tanática compulsión a la repetición.


Sobre el autor
-  Psicólogo clínico y terapeuta psicoanalítico con más de 15 años de experiencia clínica en el ámbito privado e institucional.
-  Capacitador en temáticas de salud mental y facilitador de talleres de desarrollo de personas y equipos de trabajo.


martes, 28 de julio de 2020

PERÚ, NOS ADHERIMOS TODOS




Fabian Vinces Salazar / Diana Mestanza Rodríguez

Hoy celebramos un aniversario patrio atípico. A un año del bicentenario de la independencia, toca cuestionarnos si realmente somos libres. Esta pregunta nos interpela en lo individual y en lo social.

La libertad individual es un ideal en el que todos parecen coincidir. Un ser libre encuentra su lugar en el mundo, se adhiere a él sin ceder en su voluntad y su deseo.

Todos queremos estar bien. Lamentablemente, no siempre podemos lograrlo. La realidad nos golpea, y no tanto desde la frustración, que -al fin y al cabo- es parte esencial de la vida misma. La realidad nos golpea desde la indignación, cuando sentimos que es poco lo que hemos aprendido como sociedad en las últimas décadas.

Las políticas estatales se orientan a sostener tres grandes ejes: salud, educación y trabajo, toda vez que estructuran la base para el desarrollo individual y social. Una economía sana debería expresarse en indicadores favorables en las tres variables referidas. No es el caso del Perú.

Con frecuencia nos percibimos como un país de emprendedores cuya inventiva siempre parece ganarle a la carencia. En lo macroeconómico, aún persistimos en el espejismo del “milagro peruano”. No obstante, aún estamos lejos de ser una sociedad con adecuados estándares de calidad de vida.

La reactivación económica se va dando en prácticamente todos los sectores. Salvo el caso de Cajamarca, Arequipa y Cuzco, las ciudades poco a poco van retomando su actividad habitual. Sin embargo, apenas empezamos a tomar conciencia de los impactos del aislamiento social obligatorio impuesto durante más de 100 días, sobre todo en dos aspectos usualmente desatendidos en la reflexión sobre nuestra realidad nacional: salud mental y pobreza, las caras deslucidas de una misma moneda. A continuación, presentamos un análisis respecto a la relación entre ambas.

El Perú en cifras

La pobreza, entendida como la imposibilidad de satisfacer las necesidades básicas, conlleva a la desaparición de la calidad de vida. Revisemos algunos datos sobre la pobreza en el país.

Según datos provistas por el INEI en 2019, entre las regiones con mayor cantidad de población en condición de pobreza monetaria se encuentran Ayacucho, Cajamarca, Huancavelica y Puno.

Dado que hasta 2018 Cajamarca recibió más de 5 mil millones de soles por concepto de canon minero, resulta evidente que, para disminuir los índices de pobreza, es más importante la gestión que la obtención de recursos.

Además de las falencias en la gestión pública, hallamos que la corrupción (superlativa en las últimas cuatro décadas) atrofió la capacidad estatal para generar riqueza y distribuirla.

Lamentablemente, la corrupción en el Perú tiene un aspecto histórico y otro sistemático, por lo que llega a ser considerada “normal” para el peruano común. Así, encontramos que el 75% de la población se muestra indiferente ante ella y esto hace que sea un problema muy difícil de combatir.

A decir de autores como Alfonso Quiroz y José Matos Mar, la ineficiente gestión pública y la corrupción asociada son la causa de las severas crisis económicas y sociales que generaron una cultural de la informalidad fuertemente arraigada.

Esto nos lleva a hablar de la situación del empleo, pues este es un factor relevante al analizar la pobreza. Según datos del Instituto Peruano de Economía, 9 de cada 10 peruanos en condición de pobreza tiene un empleo informal. Para muchos compatriotas, subsistir se vuelve una complicada tarea que se basa en ingresos diarios. En estas condiciones, el acceso a bienes y servicios es más que limitado.

Como resultado, la noción de inclusión resulta severamente afectada y, con ella, la posibilidad de constituirse psíquicamente de manera favorable. La pobreza implica precariedad a todo nivel, y esta genera una permanente sensación de amenaza que desgasta al aparato psíquico.

Ser o no ser. Tener o no tener

Hablemos de salud mental. Esta es descrita por la OMS como el estado completo de bienestar, que no sólo incluye la ausencia de enfermedades o afecciones. De allí la importancia de desarrollar políticas que engloben acciones de promoción, prevención, diagnóstico y tratamiento de las diferentes afectaciones mentales de las personas.

La salud, tanto física como mental, supone un favorable desarrollo de la persona. En este proceso se integran componentes biológicos, psicológicos y sociales. La realización plena del individuo supone el ejercicio responsable de acciones que aseguren la satisfacción de necesidades básicas del mismo modo que permita lograr metas superiores como calidad de vida.

Esta última variable, asociada a la noción de bienestar, es donde se observa mayor incidencia (generalmente negativa) de los aspectos sociales en el proceso de subjetivación. Por ello, es importante prestar atención al contexto social, pues este influye significativamente en el desarrollo de la subjetividad.

Salud psicológica y calidad de vida son dos variables que se condicionan mutuamente. Por ello, constituir subjetividad resulta sumamente difícil en un contexto de pobreza, pues la seguridad que confiere el acceder a bienes y servicios resulta menoscabada o nula.

Cambiar este escenario requiere una gestión pública que atienda la productividad, fomente el empleo, y facilite el acceso a educación y salud de calidad. Lograrlo se torna una tarea sumamente complicada debido a que para la atención en salud mental solo se destina el 0,1% del presupuesto estatal. Este bajísimo porcentaje es a la vez causa y efecto de una crisis social traducida en escasas atenciones, pocos profesionales dedicados al trabajo comunitario, estigmatización de las enfermedades mentales, escasas acciones de promoción y prevención, entre otras contingencias.

Libre asociación

Hoy enfrentamos tiempos duros. Superarlos requiere un esfuerzo tanto individual como colectivo. Corresponde al Estado asumir un mayor compromiso con la educación y la salud. Asimismo, debe asegurar que la economía albergue a todos en la formalidad laboral.

Por nuestra parte, en pleno ejercicio de nuestra libertad civil, podemos sumarnos o negarnos al llamado para aportar al país. Cualquiera sea nuestra decisión, debemos asumir la responsabilidad por ella.

No obstante, esta convocatoria adquiere carácter imperativo para quienes somos profesionales de la salud mental. Es nuestro deber enfatizar la importancia de atender la salud psicológica de nuestra nación, poniendo particular atención a quienes menos recursos tienen.

Libres del afán demagógico de las clases políticas, quienes realmente apostamos por un Perú pleno nos comprometemos a hacer del día a día una oportunidad para transformar la historia. Entonces, solo entonces, podremos decir a plenitud: Somos libres, seámoslo siempre.


--------------------------------

[1] Referencia al poema “Telúrica y magnética” de César Vallejo


Sobre los autores

Fabian Vinces Salazar
Psicólogo clínico y psicoterapeuta psicoanalítico. Capacitador en temáticas de salud mental y facilitador de talleres de desarrollo de personas y equipos d etrabajo

Diana Mestanza Rodríguez
Licenciada en Psicología con especialización en promoción del alto rendimiento deportivo.

viernes, 24 de julio de 2020

HISTORIAS PARA CAMBIAR LA HISTORIA




Fabian Vinces Salazar

En una de sus primeras declaraciones como ministra de Salud, Pilar Mazzetti confirmó lo que hace ya algún tiempo resultaba evidente: existe un subregistro en las estadísticas de contagios y muertes por Covid-19. El equipo multidisciplinario a cargo de la revisión de estas cifras estima que han fallecido 17 455 personas. No obstante, los datos reales recién se lograrían un año después de superada la crisis sanitaria.

Cuando 17 455 deja de ser un número y se convierte en un collage de rostros, el dolor empieza a apretar. Lamentamos cada una de las pérdidas y abrazamos a todos los peruanos que enfrentan el complicado proceso de duelo que trae consigo esta pandemia.

Hay, hermanos, muchísimo que hacer

En el poema “Los nueve monstruos”, César Vallejo nos recuerda que el dolor causado por la muerte nos devuelve a la condición de “hombres humanos” y nos arranca de esa ilusión omnipotente de emular la divinidad, típico pecado que -en la mitología griega- desata la furia de los dioses y da origen a todas las tragedias del hombre.

Hoy la tragedia se traduce en hospitales colapsados y jugarretas políticas en medio de la crisis. Hoy el dolor se personifica en dos peruanos que han dado que hablar.

Víctima de Covid-19, murió Mario Romero Pérez, conocido como “el ángel del oxígeno de San Juan de Miraflores” por respetar el precio regular del oxígeno, a pesar de la alta demanda. Quizás le toque batir sus alas junto al “ángel de la bicicleta” para que soplen buenos aires en nuestro país y en Latinoamérica donde, a excepción de Uruguay, el nuevo coronavirus va dejando severos estragos.

En una carpa implementada en las afueras del hospital Honorio Delgado de Arequipa murió Adolfo Mamani Tacuri. Días antes, vimos las imágenes de su esposa corriendo detrás del vehículo que trasladaba al presidente Martín Vizcarra en su visita a la Ciudad Blanca. A decir de muchos, la imagen desconsolada de Celia Capira es el ícono de una nación desatendida por sus autoridades.

¿Qué nos dicen las historias de estos compatriotas? La respuesta se resume en un verso del poeta universal: “hay, hermanos, muchísimo que hacer”.

Figurita repetida

Mario Romero nos enseñó que las decisiones individuales tienen un impacto importante sobre la realidad que vivimos. Pensemos, entonces, qué podemos hacer para salir de la tonalidad grisácea que muchas veces opaca nuestras posibilidades de crecer como sociedad. Todos podemos ser héroes sin capa o ángeles sin alas, pero -sobre todo- podemos (y debemos) ser ciudadanos comprometidos. Esta pandemia nos enseña que aquello de sumar cada quien un granito de arena no puede ser más una alegoría.

Por otra parte, la impotencia de Celia Capira por no llegar al presidente nos pone de cara a una dura realidad: seguimos siendo un país presidencialista. Encontramos, pues, que el Perú ha sido gobernado por caudillos de los más diversos colores políticos.

La larga historia inicia en 1963 con Fernando Belaúnde, quien fue elegido en unos turbulentos comicios en los que participaron también Manuel Odría y Víctor Raúl Haya de la Torre. Esta nómina de candidatos muestra una tendencia que se extiende hasta la elección más reciente: el líder se impone sobre los partidos.

En 1968 la democracia se interrumpió con el golpe militar encabezado por Juan Velasco Alvarado, figura que aún hoy convoca simpatizantes. Le sucedió Francisco Morales Bermúdez, quien -al proclamarse presidente de la Junta Militar en el llamado “Tacnazo” de 1975- contradecía su premisa de “eliminar los personalismos” en el poder.

Ya en 1980, el carisma de Belaúnde se impuso nuevamente sobre la retórica del fundador de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA). Cinco años después, Alan García, discípulo predilecto de Haya de la Torre, fue electo presidente como encarnación de la proclama de González Prada: “los jóvenes al poder y los viejos a la tumba”.

En su condición de outsider, Alberto Fujimori capitalizó las ansias de salvación de una nación traumatizada por la hiperinflación y la amenaza de un “paquetazo neoliberal” achacado al futuro Premio Nóbel, Mario Vargas Llosa. Alejandro Toledo y Ollanta Humala apelaron al discurso de la reivindicación del “cholo cobrizo”. A ambos les favoreció, también, la lógica de apostar por el “mal menor”. Con esa misma estrategia llegaron a Palacio de Gobierno Alan García y Pedro Pablo Kuczynski en 2006 y 2016, respectivamente.

Como bien sabemos, Martín Vizcarra asumió la presidencia del Perú luego de la renuncia de Kuczynski en marzo de 2018. Su gestión nos deja un aprendizaje valioso: los gobernantes no deben hacer lo mejor que puedan, sino que tienen la obligación de hacer lo mejor, sin atenuantes.

Lamentablemente, la realidad es otra. Así, el balance de estos 57 años resulta ser el siguiente: muchos nombres, pocas acciones. Diferentes personajes, mismo desenlace: un país con demasiados pendientes, gobierno tras gobierno.

Ahora bien, estamos en un punto clave de la historia. Convocadas ya las elecciones generales para abril de 2021, es momento de asumir el compromiso de consolidar una democracia real y renunciar al caudillismo que tanto daño nos ha hecho.

Aquí y ahora

Contar con representantes y autoridades capaces depende de una gran sinergia, en la cual la sociedad civil tiene la responsabilidad de elegir con base en un análisis riguroso. Por su parte, a los políticos les corresponde reconocer al país como un fin y no como un medio. Quizás ha llegado la hora de refundar la política, asumiendo un rol más activo desde lo individual.

Ya en otra tribuna me referí a la importancia de empoderar a la ciudadanía para advenir como una nación realmente soberana, libre del flagelo de la corrupción recurrente en las últimas décadas.

Recientemente la presión ciudadana llevó a los congresistas a cambiar su posición frente a la eliminación de la inmunidad parlamentaria. Lamentablemente, la posibilidad de hacer historia les quedó muy grande y se refugiaron en rancias argucias.

Nosotros, los ciudadanos, no rechacemos la oportunidad de enmendar el rumbo de la historia. Mientras esperamos las elecciones generales del próximo año, aquí y ahora, toca seguir cuidándonos. Seamos responsables; no nos convirtamos en un dígito más en el saldo mortal de esta pandemia.

Comprometidos con nuestro país, corresponde también asumir nuestro rol fiscalizador desde todos los espacios posibles. La democracia así nos lo demanda para que el 2021 nos halle realmente libres de taras políticas y así celebrar nuestra independencia en toda ley.



Sobre el autor
-  Psicólogo clínico y terapeuta psicoanalítico con más de 15 años de experiencia clínica en el ámbito privado e institucional.
-  Capacitador en temáticas de salud mental y facilitador de talleres de desarrollo de personas y equipos de trabajo.


jueves, 25 de junio de 2020

ALGUNAS REFLEXIONES ENTRE VERSOS Y ACORDES



Fabián Vinces Salazar

Han pasado más de 100 días desde que todo el país entró en cuarentena. Los medios de comunicación y las redes sociales diariamente han registrado lo bueno, lo malo, lo bonito y lo feo de este período. Una de las postales más recientes mostraba las largas filas de personas que se formaron el día que volvieron a funcionar los centros comerciales.

Peligros de la vida posmoderna

Esta noticia trajo a mi mente la canción “Mario Neta” del grupo uruguayo Cuarteto de Nos. ¿La razón? El tema resume en una línea ese afán consumista tan propio de los tiempos posmodernos que corren: “y comprar lo que no sé si necesito, pero quiero”. Y bueno, si de centros comerciales se trata, aquí otra parte (tan ad hoc) de la letra:

“En la radio hay un aviso que me pide que le pida plata a un banco.
Y, bueno, quizás un préstamo no viene mal;
justo estaba yendo al mall para ver qué puedo comprar”.

Estimado lector, seguramente se pregunta por qué cito a un grupo de rock en medio de una reflexión psicológica. Aquí mi respuesta: soy un convencido de que las producciones artísticas y la sabiduría popular -en su forma de refranes- son una gran fuente para entender al ser humano. No en vano autores como Freud y Lacan nos remiten a ellos para exponer sus postulados. Grandes obras como Hamlet, Fausto, y Crimen y castigo describen los grandes conflictos de la humanidad. Por otra parte, el refrán “de broma en broma, la verdad se asoma” bien podría resumir el texto “El chiste y su relación con lo inconsciente”.

¿Aún tiene dudas? A continuación, la Rima LX de Gustavo Adolfo Bécquer. Notará usted que este poeta español del siglo XIX describió con precisión el pesar y la frustración que muchos experimentan hoy en este mundo que rinde tributo al éxito y el desempeño excelente:

“Mi vida es un erial:
flor que toco se deshoja;
que en mi camino fatal,
alguien va sembrando el mal
para que yo lo recoja”.

Menos noticias, más poesía

En febrero de 2012, la Organización de Consumidores y Usuarios de España (OCU) publicó un estudio sobre la depresión y la ansiedad, cuadros que -según cifras de la Organización Mundial de la Salud- afectan a más de 500 millones de personas. La rotunda conclusión de aquel trabajo fue: más psicoterapia, menos pastillas.

Me permito darle vuelta a esta idea y hacer una sugerencia para estos tiempos de pandemia, querido lector: desatienda un poco las noticias y acérquese a la literatura y a la música. Si lo hace, encontrará en Vallejo una manera de ver el mundo diferente: “Hoy me gusta la vida mucho menos, / pero siempre me gusta vivir: ya lo decía” (Poemas humanos).

Sí, es cierto: hay días difíciles. Los que nos toca afrontar ahora lo son más, qué duda cabe. Y puede que nos cueste dar batalla a la ansiedad, a la frustración o al mal humor. Sin embargo, nunca debemos renunciar a la vida. Así lo canta Miguel Ángel Peralta, más conocido como Miguel Abuelo: “más allá de toda pena, siento que la vida es buena” (Lunes por la madrugada). Una vez más, el buen rock viene a reconfortarnos.

Redes que vinculen, no que atrapen

Obviamente, la música y la literatura no siempre alcanzarán para acompañarnos. Como seres sociales, necesitamos contactar con otros. Por ello, me permito otra recomendación: use las redes sociales para comunicarse con las personas significativas para usted.

No se quede atrapado entre tantas fake news y cifras de muertes y contagios. Use WhatsApp, Zoom, Messenger, Google Meet o la aplicación que prefiera para hablar con sus amigos y familiares. Y es que, como dice el refrán, “una pena entre dos es menos atroz”.

La palabra tiene un enorme poder; tanto así que constituye la herramienta fundamental de los psicoterapeutas. A fin de cuentas (como bien lo definió Anna O., célebre paciente de Freud), la psicoterapia resulta serla cura por el habla.

La vida, ese gerundio

Para terminar, permítame compartir con usted dos hallazgos importantes en mi práctica como psicoterapeuta. Quizás le ayuden a enfrentar de mejor manera aquello que muchos llaman “la nueva normalidad”.

Primero: la vida es un gerundio. Gramaticalmente, el gerundio enuncia una acción en curso. En tal sentido, podemos decir que la vida se trata de seguir haciendo, aprendiendo, mejorando, creciendo. En otras palabras, se trata de seguir realizándonos día a día.

Segundo: la vida se trata de estar bien “a pesar de”. Por ejemplo, hoy debemos seguir estando bien, a pesar de las contingencias propias de esta pandemia que nos toca enfrentar. Mañana nos tocará seguir estando bien, a pesar de lo difícil que será volver a nuestras actividades habituales. Y así sucesivamente.

Concluyo con la esperanza de que estas líneas le hagan sentido y le ayuden a enfocar las cosas desde una perspectiva diferente. Si llegó hasta aquí, muchas gracias por su atención.




Sobre el autor
-  Psicólogo clínico y terapeuta psicoanalítico con más de 15 años de experiencia clínica en el ámbito privado e institucional.
-  Capacitador en temáticas de salud mental y facilitador de talleres de desarrollo de personas y equipos de trabajo.