Fabian Vinces Salazar / Diana Mestanza Rodríguez
Hoy
celebramos un aniversario patrio atípico. A un año del bicentenario de la
independencia, toca cuestionarnos si realmente somos libres. Esta pregunta nos
interpela en lo individual y en lo social.
La
libertad individual es un ideal en el que todos parecen coincidir. Un ser libre
encuentra su lugar en el mundo, se adhiere a él sin ceder en su voluntad y su
deseo.
Todos
queremos estar bien. Lamentablemente, no siempre podemos lograrlo. La realidad
nos golpea, y no tanto desde la frustración, que -al fin y al cabo- es parte
esencial de la vida misma. La realidad nos golpea desde la indignación, cuando sentimos
que es poco lo que hemos aprendido como sociedad en las últimas décadas.
Las
políticas estatales se orientan a sostener tres grandes ejes: salud, educación
y trabajo, toda vez que estructuran la base para el desarrollo individual y
social. Una economía sana debería expresarse en indicadores favorables en las
tres variables referidas. No es el caso del Perú.
Con
frecuencia nos percibimos como un país de emprendedores cuya inventiva siempre
parece ganarle a la carencia. En lo macroeconómico, aún persistimos en el
espejismo del “milagro peruano”. No obstante, aún estamos lejos de ser una
sociedad con adecuados estándares de calidad de vida.
La
reactivación económica se va dando en prácticamente todos los sectores. Salvo el
caso de Cajamarca, Arequipa y Cuzco, las ciudades poco a poco van retomando su
actividad habitual. Sin embargo, apenas empezamos a tomar conciencia de los
impactos del aislamiento social obligatorio impuesto durante más de 100 días, sobre
todo en dos aspectos usualmente desatendidos en la reflexión sobre nuestra
realidad nacional: salud mental y pobreza, las caras deslucidas de una misma
moneda. A continuación, presentamos un análisis respecto a la relación entre
ambas.
El
Perú en cifras
La
pobreza, entendida como la imposibilidad de satisfacer las necesidades básicas,
conlleva a la desaparición de la calidad de vida. Revisemos algunos datos sobre
la pobreza en el país.
Según
datos provistas por el INEI en 2019, entre las regiones con mayor cantidad de
población en condición de pobreza monetaria se encuentran Ayacucho, Cajamarca,
Huancavelica y Puno.
Dado
que hasta 2018 Cajamarca recibió más de 5 mil millones de soles por concepto de
canon minero, resulta evidente que, para disminuir los índices de pobreza, es
más importante la gestión que la obtención de recursos.
Además
de las falencias en la gestión pública, hallamos que la corrupción (superlativa
en las últimas cuatro décadas) atrofió la capacidad estatal para generar
riqueza y distribuirla.
Lamentablemente,
la corrupción en el Perú tiene un aspecto histórico y otro sistemático, por lo
que llega a ser considerada “normal” para el peruano común. Así, encontramos
que el 75% de la población se muestra indiferente ante ella y esto hace que sea
un problema muy difícil de combatir.
A
decir de autores como Alfonso Quiroz y José Matos Mar, la ineficiente gestión
pública y la corrupción asociada son la causa de las severas crisis económicas
y sociales que generaron una cultural de la informalidad fuertemente arraigada.
Esto
nos lleva a hablar de la situación del empleo, pues este es un factor relevante
al analizar la pobreza. Según datos del Instituto Peruano de Economía, 9 de
cada 10 peruanos en condición de pobreza tiene un empleo informal. Para muchos
compatriotas, subsistir se vuelve una complicada tarea que se basa en ingresos
diarios. En estas condiciones, el acceso a bienes y servicios es más que
limitado.
Como
resultado, la noción de inclusión resulta severamente afectada y, con ella, la
posibilidad de constituirse psíquicamente de manera favorable. La pobreza
implica precariedad a todo nivel, y esta genera una permanente sensación de
amenaza que desgasta al aparato psíquico.
Ser
o no ser. Tener o no tener
Hablemos
de salud mental. Esta es descrita por la OMS como el estado completo de
bienestar, que no sólo incluye la ausencia de enfermedades o afecciones. De
allí la importancia de desarrollar políticas que engloben acciones de
promoción, prevención, diagnóstico y tratamiento de las diferentes afectaciones
mentales de las personas.
La
salud, tanto física como mental, supone un favorable desarrollo de la persona.
En este proceso se integran componentes biológicos, psicológicos y sociales. La
realización plena del individuo supone el ejercicio responsable de acciones que
aseguren la satisfacción de necesidades básicas del mismo modo que permita
lograr metas superiores como calidad de vida.
Esta
última variable, asociada a la noción de bienestar, es donde se observa mayor
incidencia (generalmente negativa) de los aspectos sociales en el proceso de
subjetivación. Por ello, es importante prestar atención al contexto social,
pues este influye significativamente en el desarrollo de la subjetividad.
Salud
psicológica y calidad de vida son dos variables que se condicionan mutuamente. Por
ello, constituir subjetividad resulta sumamente difícil en un contexto de
pobreza, pues la seguridad que confiere el acceder a bienes y servicios resulta
menoscabada o nula.
Cambiar
este escenario requiere una gestión pública que atienda la productividad, fomente
el empleo, y facilite el acceso a educación y salud de calidad. Lograrlo se
torna una tarea sumamente complicada debido a que para la atención en salud
mental solo se destina el 0,1% del presupuesto estatal. Este bajísimo
porcentaje es a la vez causa y efecto de una crisis social traducida en escasas
atenciones, pocos profesionales dedicados al trabajo comunitario,
estigmatización de las enfermedades mentales, escasas acciones de promoción y
prevención, entre otras contingencias.
Libre
asociación
Hoy
enfrentamos tiempos duros. Superarlos requiere un esfuerzo tanto individual
como colectivo. Corresponde al Estado asumir un mayor compromiso con la
educación y la salud. Asimismo, debe asegurar que la economía albergue a todos
en la formalidad laboral.
Por
nuestra parte, en pleno ejercicio de nuestra libertad civil, podemos sumarnos o
negarnos al llamado para aportar al país. Cualquiera sea nuestra decisión,
debemos asumir la responsabilidad por ella.
No
obstante, esta convocatoria adquiere carácter imperativo para quienes somos
profesionales de la salud mental. Es nuestro deber
enfatizar la importancia de atender la salud psicológica de nuestra nación,
poniendo particular atención a quienes menos recursos tienen.
Libres
del afán demagógico de las clases políticas, quienes realmente apostamos por un
Perú pleno nos comprometemos a hacer del día a día una oportunidad para transformar la historia. Entonces, solo entonces,
podremos decir a plenitud: Somos libres, seámoslo siempre.
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[1] Referencia al poema “Telúrica y magnética”
de César Vallejo
Sobre los autores
Fabian Vinces Salazar
Psicólogo clínico y psicoterapeuta psicoanalítico.
Capacitador en temáticas de salud mental y facilitador de talleres de
desarrollo de personas y equipos d etrabajo
Diana Mestanza Rodríguez
Licenciada en Psicología
con especialización en promoción del alto rendimiento deportivo.