Foto: Caretas |
Fabián Vinces Salazar
Como todos
sabemos, la dificultad para “aplanar” la curva de contagios de COVID-19 llevó a
prorrogar el aislamiento social obligatorio hasta el 24 de mayo (salvo nueva
disposición de las autoridades). No obstante, la economía debe reactivarse, y
para ello se ha dispuesto un plan de cuatro fases.
Las
grasas de la capital
La primera
fase del plan de reactivación económica permite a los restaurantes el servicio
de delivery y facilita a los consumidores la opción de recojo en tienda.
Como era de esperarse, desde el primer día, los pedidos sobrepasaron la
capacidad de entrega y muchas personas se agolparon a dichos comercios.
Ver las
escenas de personas esperando hasta dos horas para comprar “comida chatarra” me
llevó a pensar que, al parecer, es poco o nada lo que estamos aprendiendo como
sociedad en medio de esta crisis sanitaria. En un local de comida rápida, las extensas
filas devinieron en desorden y tumulto. Sin distancia interpersonal, todos los
allí presentes quedaron expuestos al contagio de COVID-19.
A finales
de abril, Piura fue blanco de críticas por la irresponsable aglomeración de
personas comprando cerveza; hace pocos días la escena se repitió en diversos
restaurantes de la capital.
Cerveza,
pollo a la brasa, comida rápida. Ninguno de estos productos califica como
bienes esenciales; mucho menos como saludables.
Todas
las sangres, todas las cremas
Distritos
de variada clasificación socioeconómica como Lince, Los Olivos, San Borja y San
Juan de Lurigancho fueron testigos de un comportamiento tan homogéneo como los
locales franquiciados que recibían a tan voraces clientes. Por “darse un
gustito”, cientos de ciudadanos se expusieron a contraer una enfermedad que ha
cobrado la vida de más de 2,600 compatriotas. ¿Cómo entender esta situación?
Las
franquicias suelen ser un negocio muy rentable, ya que generan en el cliente la
idea de estar en un lugar donde las cosas se hacen bien. Al “garantizar” la
satisfacción, las ventas están aseguradas. ¿Qué podemos reflexionar sobre esto?
Tanto la
psicología como la sociología coinciden en afirmar que el humano, en tanto ser
social, halla en el entorno referentes para definir sus creencias, actitudes y
comportamientos. Así, con frecuencia, busca pertenecer a un grupo en el cual ha
proyectado sus ideales y deseos.
Las
franquicias suponen para las personas un boleto a ese mundo al que desean
pertenecer. Así, el pollo frito con sazón del sur estadounidense que hoy lleva a
muchos a un tumulto de gente con mascarillas es el mismo que comerían en alguna
ciudad del primer mundo, con o sin pandemia. Por su parte, el pollo a la brasa -en
su condición de plato bandera- transporta a sus adeptos a una idílica versión
de país donde las diferencias sociales desaparecen y todos compartimos el gusto
por este manjar. Nos encontramos, pues, ante una falaz noción de igualdad.
Hace
muchos años leí un artículo que revisaba los parámetros que definían la noción
de minoría social en estos tiempos posmodernos (Pese a ser un texto de hace dos
décadas, la magia del internet me permitió encontrarlo y compartirlo con
ustedes: www.bibliopsi.org/docs/carreras/obligatorias/CFP/etica/farina/Farina%20-%20Las%20diferencias%20segun%20Benetton.pdf).
Juan Jorge
Fariña, uno de los autores, propone que “hoy, es la cantidad de dinero que las
personas tenemos en el bolsillo lo que define nuestra pertenencia a mayorías o
minorías”. Dicho de otra manera: quien cuente con dinero suficiente para pagar,
será bienvenido en cualquier local comercial.
A pocos
días de concluir la “cuarentena”, hay quienes parecen decir: si podemos y
queremos, saldremos a comprar en restaurantes. Da igual si se generan tumultos,
si el producto tiene sobreprecio, o si se carga la deuda a una tarjeta de
crédito. Se trata de estar en la foto de la reactivación de la economía; lo
importante es echar a andar al país. Nuevamente, la falacia se hace presente.
Lo
mío es tuyo; lo tuyo es mío
Vivimos en
un estado de derecho y cada uno puede actuar con libertad, siempre que no
trasgreda la ley. Lo aquí expuesto no busca el adoctrinamiento ni criticar las
franquicias como formato de negocio. Es usted libre de comprar lo que quiera y
donde quiera. Puede usted hacerse de una franquicia; las leyes del mercado
serán las encargadas de brindarle o negarle la recompensa del éxito económico.
Desde esta
tribuna únicamente proponemos ejercer las libertades individuales con prudencia
y sensatez. A decir de Adam Smith, la prudencia es una forma virtuosa de
asegurar los intereses particulares. Ser prudente significa cuidar al otro
tanto como cuido lo propio. Así se logra el bien común.
Se trata,
entonces, de reflexionar qué tan imperioso resulta comprar ese platillo que
seguramente le obligará a hacer fila por largo tiempo, exponiéndole a
contagiarse de COVID-19. Por su parte, a los restaurantes corresponde (re)formular
los procedimientos de atención para garantizar la distancia entre personas.
Si todos
actuamos con responsabilidad, cuidamos la salud pública. La ecuación es simple:
a menor cantidad de contagiados, mayor capacidad de respuesta por parte de los
resilientes profesionales de la salud que libran esta batalla en primera línea,
a pesar de las limitaciones propias del sistema hospitalario. A todos ellos
nuestro reconocimiento y gratitud.
Pronto
tendremos la posibilidad de salir del aislamiento obligatorio. Empecemos a
ejercitar la sensatez y el buen tino. Recordemos que aún podemos aportar mucho con
la decisión de decir #YoMeQuedoEnCasa.
Sobre el
autor
-
Psicólogo
clínico y terapeuta psicoanalítico con más de 15 años de experiencia clínica en
el ámbito privado e institucional.
-
Capacitador
en temáticas de salud mental y facilitador de talleres de desarrollo de
personas y equipos de trabajo.
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