Quienes fuimos escogidas para ser mamás de
niños neurodiversos; es decir niños con TDAH, SÍndrome de down, autismo, en
resumen, niños especiales y con habilidades distintas, sabemos que más que
festejar nuestro día, una vez al año, celebramos haber sido designadas y
a la vez “elegidas” por nuestros hijos para aprender esta tan compleja, pero
sublime labor de disfrutar el conocimiento de lo valioso en lo diferente.
Hemos llorado, de hecho que sí, pero no tanto
por tristeza sino por las inmensas alegrías que nos ponen la “piel chinita” sus
primeros pasos, muchas veces muy lejanos al tiempo en que debieron suceder; sus
inicios en aceptar muy de a pocos variar la alimentación, tolerar ruidos o
simplemente el cruce de mirada que tanto habíamos venido buscando.
Incluso cada sesiones de terapia se vuelven, al
finalizar, un escalón más que logran subir nuestros chiquitines. Sin
embargo, lloramos también porque quisiéramos ser eternas, pues como nosotras
nadie los entenderá, solo nosotras sabemos en sus silencios todo lo que
necesitan y todo lo que nos dicen.
Descubriremos entonces que tenemos una gran
responsabilidad; no solo con nuestros hijos, sino con la necesidad de hacer
prontamente inclusiva, tolerante y comprensiva a esta tan sesgada sociedad.
Solo les digo a nuestras mamás #NormalmenteDiferentes que sigamos
trabajando en este camino para que se respeten las diferencias. Me siento muy
orgullosa de mi hijo Salvador Tadeo. Vivir y experimentar cada uno de sus
logros me hace sentir realmente viva y reconozco que el sentido de estar en
este mundo es él. La vida de una u otra manera me fue fogueando para Salvador.
Y aquí estamos, diferentes nunca invisibles.
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