Hola amigos de Normalmente Diferentes. Gracias por seguirnos y sumarse a
este interesante proyecto que pretende hacer visible la importancia de la salud
mental en nuestra sociedad, pero sobre todo aprender a respetar las diferencias
de cada persona y no continuar etiquetando o excluyendo a quienes,
supuestamente, no están en sintonía con nuestros pensamientos, acciones, gustos
y “normalidad”.
La semana pasada les presenté a mi hijo Salvador, con quien cada semana,
iremos difundiendo nuestras historias y experiencia para que sirvan
de orientación de lo que es el Mundo Autista.
Este año, Salvador está creciendo muy, pero muy rápido. Creo que cuando
menos lo imagine ya me pasará de tamaño. Por lo pronto, siempre le recalco que
para ser realmente GRANDE, hay que ser muy responsable, muy
bondadoso y leal; hay que vivir por y con fe, y poner mucho empeño en toda
nuestra vida, porque lograr un corazón grande es solo posible si uno trabaja en
mejorarse y mejorando al resto.
"Entonces mamá, aunque yo no sea tan alto aún, quiere decir que sí
soy un niño muy grande.”, me dice Salvador Tadeo con esa sonrisa mágica y llena
de luz que tiene.
Ante semejante conclusión, evoco aquellos años del 2012 y 2013 en los
cuales pudimos rodearnos de gente realmente grande, a quienes llegamos luego de
que dos renombrados colegios particulares de Piura, se negaron a recibir a
Salvador para cursar el inicial de 3 años.
Cuanta desazón e impotencia me causó todo esto, pero mucho mayor fue el
temor de no tener un colegio donde estudie Salvador.
"¿Por qué ya no me llevas al colegio mamá?", me preguntaba
Salvador, y yo solo le respondía: “uy hijito, lo que sucede es que ya salieron
de vacaciones.”, mientras que él, recordando todo, me decía: "Ah ya mami,
igual que el que fui antes; pero yo quiero jugar con mis amigos."
Por ello, mi meta era sí o sí lograrle una matrícula. No había opción ni
espacio para lamentarme, llorar y quejarme.
Así que, sobre la marcha y coleccionando uniformes, fui buscando una
vacante para mi hijo. ¡UFFF! explicar su condición, dar las pautas,
pedir que le den un chance y mil situaciones, fue una ardua
tarea. Las opciones en Piura no son muchas, pero mi objetivo era
claro: Salvador pertenecería a un colegio "normal".
Fue el nido Sonrisitas quien recibió a mi hijo, pero Salvador no podía
entender por qué teniendo dos colegios cerca a nuestra casa, teníamos que ir
tan lejos.
Con muchas ganas de aprender, aunque de manera diferente, Salvador logró
encajar en el aula de 3 años. Fue un proceso arduo y de mucha
comunicación entre sus profesoras, la directora, los terapistas y
yo. Hubo días muy, pero muy difíciles, momentos bastante
frustrantes, sin embargo, las ganas de conocerlo más y el gran cariño con el
que era tratado mi hijo, fueron claves en sus logros.
Sorprendía por su gran memoria; pero más aún cuando empezó a tolerar los
abrazos y la aceptación de cambios se rutinas.
Y es que puedo dar fe que la clave para la aceptación de la
neurodiversidad es respetar los tiempos de estos niños, comunicar con anticipación
los cambios y realmente quererlos, pues ellos perciben absolutamente todo y
ayudan a conocer más de cerca la paciencia.
Y bueno, como percibirán, ya me enganché en contarles esta
gran maratón de vida autista, y lo digo así porque si bien es cierto el
diagnóstico de mi hijo está claro, quienes lo rodeamos hemos tenido que ir
sumergiéndonos en "su mundo". No sólo mi familia, sino mis amigos más
cercanos.