Fabian Vinces Salazar
“Hablando se entiende la gente” es una expresión popular que resume una
verdad simple y profunda. Entenderse es una forma de encontrarse y, como todos
sabemos, el encuentro es la base de todo vínculo. Los vínculos, por su parte, son
el tejido fundamental de la cultura, ese artificio que hace 70 mil años supuso
un cambio significativo en la evolución humana.
No obstante, a 200 años de la proclama de la independencia, aún seguimos
bregando por reconocernos y vincularnos todos como ciudadanos de este país
llamado Perú, el cual requiere que pongamos cada vez más énfasis en la “u” de
la unión.
Lost in translation
Ayer, cumpliendo el mandato constitucional, Guido Bellido se presentó
ante el Congreso de la República para solicitar el voto de confianza para el controversial
gabinete ministerial que él encabeza. Este procedimiento formal -que de por sí
ya pintaba color de hormiga- inició con un momento de desencuentro lingüístico:
el Premier empleó el quechua para iniciar su discurso, razón por la cual su
saludo solo pudo ser entendido por quienes conocen el idioma.
De más está decir que el golpe de efecto causado es una metáfora de la
exclusión que sienten muchos compatriotas. Ahora bien, en vez de propiciar la
toma de conciencia respecto a la exclusión, el acto fue interpretado como
provocador y ni qué decir del momento en que Bellido empezó a chacchar
hoja de coca en pleno hemiciclo. Todo esto caldeó los ánimos entre los
congresistas de la oposición, muchos de los cuales tienen bien merecido los calificativos
de termocéfalos e intolerantes.
Independientemente del resultado final de la votación para otorgar la confianza
a los ministros, lo cierto es que se perdió una valiosa oportunidad para hacer
del diálogo una vía para facilitar el acercamiento y el entendimiento entre dos
poderes del Estado enfrascados en una pugna que nada bueno aporta a la
situación social y política del país.
Dejando de lado lo anecdótico y farsesco de lo acontecido en el Congreso,
cabe preguntar cuál es el mensaje al que debemos prestar atención para lograr
entendernos como peruanos. Aquí una idea.
Habla, peruano
Julio Hevia fue un psicoanalista que prestó particular atención al habla
de los peruanos. Así, encontró que muchas de nuestras expresiones y jergas
hacen referencia a comidas o alimentos, lo cual -decía- daría cuenta de una
necesidad primaria no atendida; específicamente, la necesidad nutricia.
En psicoanálisis, para decirlo de forma breve y sencilla, la función
nutricia se traduce como provisión de afecto, soporte y reconocimiento. La
ecuación resulta así: al ser amados, nos sabemos valiosos. Y he allí quizás el
conflicto que nos separa y enfrenta como peruanos.
Cuesta reconocernos unos a otros como valiosos y,
más bien, nos enfrascamos en resaltar nuestro valor frente al otro. Y esto
ocurre en todas las direcciones, pues quienes -según el decir de Alan García- son
“ciudadanos de segunda clase” para el actual ministro de cultura, Ciro Gálvez, son
“peruanos originarios (separados de los hispano-peruanos)”.
En uno y otro caso, se aplica una taxonomía que excluye y fragmenta. Y si
la unión hace la fuerza, entonces bien podríamos concluir que la división
debilita y nos impide crecer como nación.
Vinculadas la costa, la sierra y la selva
En una canción que habla de amores no correspondidos, Kevin Johansen
pregunta: “¿quieres que te diga lo que quieres escuchar o vas a escuchar lo que
te quiero decir?”. Traído a la coyuntura actual, podemos señalar que aún hay
quienes no quieren enterarse de aquello que los compatriotas menos favorecidos
vienen reclamando desde hace tiempo: pleno reconocimiento como conciudadanos.
Frente a ello, desde nuestro compromiso individual, corresponde decir “esta
boca es mía” y promover el reconocimiento de todos nuestros compatriotas. De lo
contrario, todo lo que callamos y dejamos de hacer se convierte en otra oportunidad
perdida para sumar y crecer.
Por otra parte, toca también hacerle saber a los gobernantes que, a
diferencia de sus discursos vacuos impregnados de alusiones al “pueblo”, lo que
se requiere son acciones que permitan consolidarnos como nación, esa forma de
vínculo en la cual todos tenemos la ciudadanía asegurada y reconocida, sea cual
sea el idioma que hablemos e independientemente de si vivimos en el centro, el
norte o el sur.
La premisa por sostener es: menos demagogia y más lazo social. Tan imperativo
como recordar que hablando se entiende la gente.
Sobre el autor
- Psicólogo
clínico y psicoterapeuta psicoanalítico con estudios de maestría en psicología
clínica y de la salud.
- Cuenta
con más de 15 años de experiencia clínica en el ámbito privado e institucional;
además, es capacitador en temáticas de salud psicológica.